Y tampoco soy culpable del amplio catálogo de fechorías, desmanes, delitos, canalladas, crímenes, felonías, estafas, desafueros, engaños, quebrantos y tropelías cometidos por los Plutócratas y Poderosos de siempre (P&P, en lo sucesivo PP), aunque sí que me ocupo de ayudar a desvelarlos desde esta impertinente bitácora.
miércoles, 13 de noviembre de 2013
domingo, 3 de noviembre de 2013
De cómo feneció el amir Jusef Abu Jacub Arturmás
Cual si se tratara de una jovencita púber expuesta a los
cañonazos hormonales de la adolescencia, sufre la Historia de vaivenes y
retortijones propios del más molesto e inoportuno colon irritable. Como en una
eterna noria redundante, los embarcados en sus cabinas temporales suben y
bajan, vienen y van y cambian sus caras, aunque los verdaderos rostros sigan
siendo los mismos, y los sucesos de hoy y las actitudes de los humanos ante
ellos sean copias miméticas y replicantes de los vistos y vividos ayer.
Viene esto a cuento porque asistimos y somos partícipes hoy
de “remakes” con sabor a nuevo pero tan poco originales como la próxima
versión, aún no rodada, aún no ideada de la siguiente tediosa repetición del
mítico Superman. ¿De dónde partimos ahora para elaborar la perspectiva
pretérita de nuestro argumento? Cualquier acontecimiento histórico nos
serviría, pero por comodidad podemos anclar nuestra azarosa nave ante las
murallas de Santarén del 580 de la hégira mahometana, año de Nuestro Señor de
1184.
Pero quiso el Altísimo, o el diablo en dura pugna con él,
enredar en las órdenes y buscar la perdición de los creyentes. Mientras el Amir
Jusef Arturmás descansaba y reunía fuerzas para la dura batalla del siguiente
día, el hijo del Amir confundía las instrucciones (al menos eso trasladan los
cronistas musulmanes, que los cristianos que los leen son menos
bienintencionados) y emprendía inmediata marcha nocturna hacia Sevilla, en
lugar de cabalgar al amanecer contra Lisbona. Por mor del demonio y mientras
Abu Jusef Arturmás dormía, la orden errónea de mudar los reales por orden del
Amir, o la sutil e ignorada conspiración contra el visionario rey almohade, se
contagiaba de tayfa a tayfa y las kábilas fueron silenciosamente levantando
todas ellas el campo en plena noche.
Descansado despertó al alba el rey almohade Abu Jusef
Arturmás y tras orar según su doctrina, al clarear el día salió de su pabellón
para descubrir que había sido abandonado por los suyos, que su milenario
ejército habíase esfumado y que sólo unas pocas tiendas con intendentes,
servidores menores de su persona y mujeres del harén le acompañaban. La santa
guerra ordenada por el amir catalán, opsssss...., ¡otra vez!, quise decir
almohade, se había transmutado pues en una pavorosa soledad ante las murallas
de una impávida ciudad cristiana, plagada de castellanos, leoneses y lusitanos
del Algarbe, que contemplaban con asombrosos ojos de incredulidad el solitario
pabellón real.
No duró mucho el éxtasis, pues narran los cronistas que los
santareños y sus refuerzos foráneos abrieron de súbito las puertas de la
muralla, acometieron con ímpetu el pabellón real y alancearon al solitario rey
almohade Arturmás hasta acabar con él y con su precipitada yihad. Adornan unos
su muerte revistiéndola de heróica después de haber acabado a espada con seis
enemigos y otros cuentan que herido fatalmente, fue rescatado antes de expirar
por dos solitarios jinetes almohades, Abdul Durán y Abdul Lleida, que volvieron
grupas al apercibirse del error estratégico.
Pero todos convienen en que siendo potestad de los reyes
desafiar al destino, también lo es del Altísimo determinar finalmente cómo los
mortales, sean creyentes o infieles, catalanes o castellanos, han de terminar
sus días, siempre en solitario, para rendir cuentas por su exacerbado orgullo y
por sus irreflexivos pecados.
De la Historia del mundo de antaño, aprendemos lecciones y
elaboramos hojas de ruta para el mundo de hogaño. En Santarén, en Cataluña y en
España. En 1184, en 2013.
;)
Suscribirse a:
Entradas (Atom)